PETRO CABEZA DE LISTA
Petro cabeza de lista
Por Gustavo Bolívar Moreno
La política en Colombia ha alcanzado su máximo grado de podredumbre, y no desde hace poco. Ya venía oliendo mal con los auxilios parlamentarios, el estado de sitio, el centralismo excesivo, la exclusión de los campesinos, las etnias y las mujeres de la economía nacional, el robo de baldíos por parte de clanes políticos y la restricción de la democracia, que marco la pauta de la Constitución de 1886, pero se acabó de podrir con las gabelas que el progresismo le concedió a la clase política para que abrieran la democracia y aceptaran convertirnos, en teoría, en un estado social de Derecho.
Sin duda, la del 91 fue una Constitución progresista, pero al ser implementada por la derecha y los corruptos de este país se convirtió en un híbrido sin norte. Le han hecho 56 reformas para acomodarla a los intereses de las castas más poderosas: Violentos, políticos corruptos y ultraricos.
La podredumbre se acrecentó cuando estos tres actores fueron descubriendo que necesitaban impunidad para seguirse comiendo el erario y perfeccionaron sus métodos para alcanzarla: Hacerse a las mayorías en las cortes y manipular la elección de fiscales, procuradores, contralores y defensores del pueblo a nivel local, departamental y nacional. Y así lo vienen haciendo desde hace un tiempo, con bastante éxito, hay que decirlo, salvo los contados casos en que un periodista, un líder social o un influencer los ponen en evidencia bajo el riesgo de morir. Pero la regla general es que, si controlan la elección de los entes de control y mantienen en sus nóminas a periodistas inescrupulosos, militares informados y jueces corruptos, pueden robar a manos llenas, amenazar, hacer montajes a sus contrincantes y hasta matar con total impunidad. Y si, por alguna razón los pillan, y solo hay un 5% de probabilidades, fiscales, jueces y periodistas cooptados, trabajarán en equipo para que los absuelvan o los manden a purgar penas irrisorias en sus mansiones. No hay problema con pasar cortas temporadas en sus hermosas casas, el poder mafioso de la política es hereditable. Hermanos, esposas, amantes, sobrinos, primos, padres, cuñados, conducirán el barco mientras el capo sale de su cárcel de oro.
Esto que acabo de describir es lo que tiene el colombiano promedio en su imaginario a cerca de la corrupción política. Pero yo que estuve 8 años dentro de ese monstruo de mil cabezas, puedo dar fe que ni nosotros los escritores tenemos la imaginación tan afinada para alcanzar a comprender el grado de sofisticación que ha alcanzado la corrupción en Colombia. Es decir, las cosas son peores a lo que acabo de describir y los detalles los contaré en el libro “Nido de Ratas” que estoy escribiendo.
Pero sigamos. Si la política es corrupta, los partidos políticos funcionan mal, la economía funciona mal, el Congreso de la República funciona mal, la justicia funciona mal, los entes de control funcionan mal y el país nunca va a estar bien.
Solo deténganse a pensar por un momento en el poder del Congreso. Senadores y Representantes, la mayoría elegidos con votos comprados, o al elector con hambre o algún registrador deshonesto, son los que hacen las leyes, son los que reforman la constitución, son los que aprueban o tumban reformas sociales, son los que eligen Procurador, eligen Contralor, eligen Defensor del pueblo, eligen magistrados de la Corte Constitucional, eligen magistrados del CNE, determinan los ascensos de oficiales de la policía y el ejército, aprueban las reformas tributarias con las que han enriquecido a sus financiadores, aprueban el presupuesto nacional, distribuyen las regalías y son, entre muchas otras cosas, los que deciden los créditos externos de la nación, (pregúntenle a los ministros de hacienda a cambio de qué).
De modo que gran parte de nuestras desgracias y de la ruina ética y moral de Colombia nacen en el Congreso de la República, pero no porque la institución sea mala, no existiría democracia sin un órgano legislativo de representación ciudadana, sino por el modo en que se eligen los congresistas que la componen. Cuando me desempeñaba como senador les dije en su cara que eran un nido de ratas y varios senadores se levantaron a increparme. Incluso uno intentó agredirme. Después ese mismo congresista indignado, que estuvo a punto de pegarme, se fue a la “cárcel” por corrupto. (Entrecomillo porque cárcel para ellos jamás habrá).
Ya, 400 años antes de Cristo, es decir, hace casi 2.500 años, Socrates decía que si los votantes acudían a elegir sin la debida ilustración, la democracia se convertía en un sistema imperfecto. Imagínense ahora que no solo acuden en buena parte sumidos en la ignorancia, en gran parte sumidos en la manipulación mediatica y en otra buena parte llevados por el hambre que sacian temporalmente con los 100 mil o doscientos mil pesos que les dan por un voto. De esta premisa nace la necesidad de conformar una escuela de formación política en la que estamos trabajando con un grupo de amigos. Un pueblo informado es un pueblo que vota consciente y viceversa.
Y de esta misma premisa nace la necesidad de hacerle cambios profundos a la Constitución, básicamente en aspectos políticos y de justicia. Por ejemplo, debe cambiar la naturaleza de la elección de los entes de control. No pueden seguir siendo elegidos por los congresistas. Eso los convierte en poderosos electores de sus jueces. No hay posibilidad alguna de que un contralor o un procurador le abra investigaciones a alguien que votó por él. Y ese alguien por lo regular es un congresista que a su vez tiene alcaldes y gobernadores en su carpeta a quienes hace extensiva su impunidad. Ese “yo te voto tu me tapas” debe acabarse y la única manera es que ni el Congreso ni las asambleas ni los concejos municipales sigan eligiendo contralores, nacionales, departamentales y municipales. Esto mismo aplica para los cargos de procurador y defensor del pueblo.
Como senador, presenté ese proyecto dos veces, para que la elección de procurador y contralor no fuera potestad del Congreso. Lo presenté por primera vez cuando gobernaba Duque y se hundió. Entendí que con una bancada tan pequeña era imposible que agendaran en el orden del día un proyecto de acto legislativo tan importante y bajo la autoría de un opositor y me resiné a dejarlo como constancia.
Pero cuando ganamos la presidencia en 2022, en medio de la euforia que me produjo el triunfo, entendiendo que había llegado el cambio por décadas esperado y creyendo ilusamente que, como cabeza de la lista más votada de la historia, con la bancada más grande del Senado me iban a elegir Presidente del Congreso, me propuse desempolvar los proyectos que me había hundido el uribismo para empezar a trabajar su aprobación.
Ni una cosa ni la otra. Ni fui presidente del Congreso porque el Presidente Petro pidió que fuera Roy Barreras el Presidente del Senado, ni logré que se discutiera y aprobara mi Reforma Política porque Roy tampoco la agendó. Mi proyecto de cambiar la naturaleza de la elección de Procurador y Contralor ni siquiera fue agendado nunca por la mesa directiva del cambio. Ahí empecé a sentir que ese cambio no era tan automático como pensaba. Al final, por más que preguntaba cada semana sobre el por qué no se agendaba mi proyecto en el orden del día, el proyecto nunca fue agendado y se hundió.
Es decir, ni con un congreso dominado por uribistas como el de Ivan Duque ni uno que en un principio dominábamos nosotros fue capaz de hacer las reformas que se requieren para acabar con la impunidad de los corruptos de colombia. Porque no es solo acabar con la corrupción. Corrupción hay en todo el mundo y aquí en eso hay varios campeones. El problema es que funcione bien la justicia para que el corrupto vaya a la cárcel sin posibilidad de cambiar el fallo con dinero o de pagar sus irrisorias penas en una mansión. Como en EEUU o en Francia donde el expresidente Nicolas Sarkozy purga condena intramural a pesar de haber sido uno de los hombres más poderosos del mundo.
De modo que ni con la derecha ni con el progresismo disfrazado serán posibles estos cambios. ¿Qué caminos nos quedan? Solo dos. Una bancada constituyente o una asamblea constituyente. Para ambos casos necesitamos mayorías en el Congreso, es decir, el famoso 55/86. ¿Se puede?. Sí se puede. Se necesitan un poco más de 5 millones de votos. Ya el pasado domingo obtuvimos 2.7 millones, con solo 20 mil de las 120 mil mesas que se instalarán en marzo. Solo hay un problema. No creo que quienes ocuparon los primeros puestos de la lista al Senado le metan la misma inversión a la elección cuando saben que ya están elegidos. Por ejemplo, yo no creo que Los Torres y el alcalde de Barrancabermeja, cuyos candidatos ocupan los primeros cinco puestos de una lista al senado que mínimo ya aseguró 20 curules, le vuelvan a invertir a la campaña. Se relajarán. Estoy seguro. Lo mismo pasará con la curul de Patricia Caicedo. El caicedismo se llevará esos votos a la lista de unitarios con la esperanza de conquistar otra curul. Ojalá no se relajen y jueguen limpio porque necesitamos esos 5 millones para constituirnos en bancada constituyente que es la única forma de reformar la constitución para acabar con la impunidad en Colombia o para aprobar la convocatoria popular a una asamblea constituyente para la que veremos en campaña nuevamente a Gustavo Petro. Quienes piensan que el 7 de agosto el presidente se va a descansar están equivocados. Lo hará por un par de semanas quizá, pero lo veo poniéndose al frente de la campaña para la elección de miembros de esa asamblea que reformará la Constitución Nacional. Petro encabezará esa lista y seguramente Álvaro Uribe hará lo propio en la derecha. Lo importante es que a las urnas el pueblo asista informado para tranquilizar a Sócrates.
X @GustavoBolivar
Derechos de autor: Autorizó su reproducción a cualquier persona, medio alternativo o medio de comunicación.
Excelente. De nuevo, bloquea Usted en X comentarios de algunos de nosotros, sin saberse por qué. Quizá porque mi cuenta no está verificada porque cobran por ello.
ResponderEliminarExcelente columna Gustavo..
ResponderEliminarQue podredumbre..