Crónica de una muerte celebrada.

"Crónica de una muerte anunciada"

Al igual que Santiago Nasar, el memorable personaje de la obra de nuestro Nóbel de literatura, “Bonito” también ignoraba que esa tarde de domingo lo iban a matar. Sólo lo sabíamos los 8 mil asistentes a plaza de Cañaveralejo.

Camuflado tras unas gafas oscuras y una cachucha, porque me daría vergüenza que alguien me viera en una corrida, ingresé a la plaza con mi hijo adolescente y me senté junto a un grupo de animados aficionados a la fiesta brava, a apreciar ese extraño "arte" consistente en masacrar toros en medio de burlas, alcohol, burlas, pañuelos blancos, oles y risas.

Luego del “paseíllo” una caminata en la que el torero se presenta al público con su cuadrilla, salió el primer toro. La plaza enmudeció. Sólo se escuchaban las notas de la canción que la banda papayera o pelayera como dicen algunos, estaba terminando de entonar. Todos nos quedamos a la expectativa de lo que iba a hacer el toro.
Un animal elegante, de pecho ancho, parado imponente y mirada altiva. En verdad infunden miedo. Sus pitones puntiagudos y de trayectoria imposible de describir, por sus curvas imperfectas, le hacen pensar a uno, que el torero ya está muerto, sin siquiera pisar el ruedo. Primera equivocación. Estaría muerto si se enfrentara al animal completo, en su estado atlético original. Pero no es así. Al momento empezó el “Tercio de varas”. Un acto de desgaste durante el cual el animal recibe una serie de punzadas en el morrillo, que le empiezan a restar energías. Luego vino el “tercio de quites” durante el cual el torero mide la bravura del Toro con lances elegantes de gran estética para los fotógrafos pero de gran fastidio para el animal.

Luego apareció un jinete muy elegante él, montado sobre un caballo muy fino, de pisadas calculadas y bailes asombrosos. El hombre, al que llaman “picador” saludó al público quitándose el sombrero y, acto seguido, se avalanzó sobre el toro con el único fin de empezarlo a desgastar físicamente.
Primero, lo hizo corretear su caballo un buen tramo y luego, empezó a clavar sobre su lomo una vara que hizo brotar las primeras gotas de sangre de un color casi negro, al pobre animal, que a esa hora se enfrentaba no solo a la prepotencia y humillación del hombre y el caballo que lo mortificaban, sin que él supiera porqué diablos, sino también al delirio de 8 mil espectadores sedientos de sangre, la mayoría embriagados de manzanilla y whisky trasvasado a las botas licoreras de cuero.

Cuando el picador o rejoneador salió del ruedo en medio de aplausos, ya el toro estaba babeando, claramente muerto de sed. Mi hijo me preguntó si le podían dar agua. Pero el agua nunca llega. En cambio apareció un tipo con pinta de acróbata de circo con unos pinchos de flores en sus manos y se paró desafiante frente al toro. El sediento animal lo miraba con curiosidad mientras el payaso se paseaba frente a él, a prudente distancia, provocándolo para que viniera a perseguirlo. Al final lo consiguió. Cuando el toro emprendió carrera tras del “banderillero”, este lo aguantó con un trote suave y adrede hasta que lo tuvo cerca para hacerle un quite, levantarse con los pies juntos y clavar sobre su lomo un par de banderillas. Unas armas coloridas con flecos de colores en un extremo y unos arpones en el otro que perforan el cuero del animal y se incrustan en su músculo, haciéndolo sangrar de nuevo. Las banderillas, muy vistosas por cierto, quedaron colgando del animal en medio de los aplausos de los asistentes.
Era sólo el inicio de la tortura. Incluso alguien me dijo que cuando los banderilleros son enanos, la gente goza más y las burlas hacia el toro son mayores.
Y así fue, luego salió otro banderillero y otro y otro y todos clavaron sus banderillas sobre la animalidad del toro conformando una especie de racimo sangriento, o un ramo de flores de cementerio sobre su espalda.

Con más sed, fastidiado, mermado físicamente, el toro miraba a la multitud sin saber qué diablos estaba pasando. A lo mejor haciéndonos muchas preguntas que nadie respondió y que se quedaron dando vueltas en el ambiente: ¿Qué les he hecho para merecer esto? ¿Por qué se ríen y celebran cada vez que me clavan un chuzo en el lomo? ¿Ustedes son los reyes del reino animal? ¿Ustedes los que pueblan las gradas son los que manejan este pobre país? Luego escarbó entre la arena como diciéndonos: ¡Con razón!

Antes de empezar la tortura, el torero hizo la venia. La gente se puso de pie para aplaudir su valentía y los músicos aumentaron el volumen del clásico “Fiesta en corraleja”. El Toreador le lanzó su sombrero como un frisbee a un personaje importante. Algún portentado de "buenos modales" de los que dicen por TV no a la violencia".
Una mujer elegante le correspondió con un beso al viento. El toro seguía la escena ahora más confundido que nunca. No hallaba si lanzarse sobre el torero o esperarlo, pero como tienen más ética que los humanos, Bonito decidió no atacarlo.

Enseguida el torero tomó la “muleta” un capote parecido a un telón de teatro, rojo por una cara y amarillo por la otra, y se acercó al toro. Con suma cautela, como estudiándolo, se acercó al animal y lo invitó a embestir con el capote que ondeaba entre sus manos. El Toro se sintió tentado y se fue en busca del trapo que lo estaba fastidiando. El torero hizo el quite con algo de maestría porque el toro cayó de rodillas a la arena y el público empezó a aplaudirlo y a gritar ¡Ole! ¡Ole! ¡Ole!

Al cabo de varias verónicas y chicuelinas y no sé qué más figuras, según los expertos, lentas como caricia del viento, elegantes y arriesgadas, el toro se rehusó a embestir de nuevo. Lucía cansado. Por la boca le salían los últimos saldos de saliva. Estaba seco. Su lengua afuera pedía agua a gritos. Pero como la faena del torero había sido “magistral” la gente enloqueció pidiéndole que entrara a matar. Otros pedían el indulto del Toro. Imaginen la prepotencia de la raza humana. Otorgar el indulto a un animal cual dioses. Otorgar el “indulto” a un animal que no ha cometido delito alguno. Finalmente se lo negaron. Qué ínfulas de Dioses tienen esos señores que consideraron que bonito no merecía pasar su vida follándose 20 vacas en un corral como semental de alguna ganadería.

"Bonito", el Santiago Nasar de esta historia, seguía inocente de su inmediato futuro. Entonces un miembro del séquito le alcanzó al verdugo una espada como de un metro de largo, puntiaguda, brillante y afilada que camufló como bastón dentro de la muleta que también recibió de manos de otro de sus ayudantes de la cuadrilla.

La plaza quedó en suspenso. El torero empezó a acercarse al pobre animal con pasos de bailarín fracasado y, poniendo la empuñadura de la espada entre su nariz y su ojo derecho empezó a medir el punto por el que esta debería atravesar el cuerpo del toro. La idea era cercenar su vena aorta de un tajo para evitar el sufrimiento del animal. Hágame el maldito favor. Evitar el sufrimiento de un animal que ya llevaba media hora siendo vejado y humillado por miles de personas.

Entonces el percusionista de la banda empezó a angustiar el ambiente con un redoble continuo que a todos puso los pelos de punta. Bonito seguía sin entender nada. Vino a saber lo que estaba pasando cuando el torero trotó hacia él con el estoque en situación y lo clavó sin misericordia. Qué dolor tan hp. La espada quedó colgando de su cuerpo porque el torero falló en su intento de atravesar el animal.

En esta primera puñalada litro, sólo le atravesó los pulmones pero no alcanzó a romperle el corazón. Supongo que fue así porque Bonito no murió. Entonces el Torero, pidió otra oportunidad a la presidencia y le fue otorgada. Ya con más odio que técnica, el perdedor de la tarde empezó a emborrachar al toro con varios pases, unos que llaman naturales y otros que llaman verónicas y logró devolverle la fe a los asistentes gracias a la respuesta de Bonito que para entonces ya se dejaba guiar sólo por el instinto de supervivencia. Estaba rabioso y no era para menos. Ese humano, que él respetó, le acababa de clavar una espada. Entonces vino el segundo intento. El Matador, que hasta ahora era solo un heridor, se volvió a parar con elegancia frente al toro que pedía clemencia con sus ojitos grandes mientras expulsaba sangre por la boca. Con una mano, el diestro (por aquello de la derecha) lo invitó a embestir el trapo rojo y con la otro apuntó con su espada. El toro aceptó el reto y se lanzó sobre su matador. Pero el humano fue más hábil y le logró incrustar la espada entre los omoplatos y el corazón, antes de esquivar sus pitones. Pero sólo fueron 80 centímetros de acero, desde la punta de tres canales hasta la empuñadura. El torito se retorció de dolor mientras le gente aplaudía a su verdugo. Porque ellos sienten, si es que lo dudan. Lo imagino sediento, moribundo, inocente aún de lo que estaba pasando, escuchando una gritería ensordecedora y atravesado por un metal. La gente aplaudía a rabiar. Algunos agitaron pañuelos blancos y levantaban sus botas licoreras hasta vaciar su contenido sobre sus bocas apuntando al cielo.

Pero como el toro no cayó al suelo, aparecieron todos los integrantes del séquito de sirvientes del torero, unos seis payasos con trajes de luces y unos sombreros negros con las orejas hacia abajo y empezaron a emborracharlo con una y otra pasada del capote por su cabeza. Una gavilla, algo así como una Convivir unida para acabar con la vida de un terrorista.

Cuando la presidencia decidió que el tiempo para que el toro muriera ya había pasado sin que Bonito besara la arena, ordenó un acto más cruel que todos los vistos. Algo así como un tiro de gracia pero con un puñal. Leí después que a ese acto le llaman “descabellar” y consiste en clavar una espadita pequeña con una punta en cruz, en la frente del toro para provocar su muerte inmediata.

La muerte de Bonito se tornó inevitable. No había una sola persona entre los 8 mil asistentes que abogara por él y menos que lo defendiera. Mi hijo con sus ojos llorosos y aterrados y yo con mi morbo de cronista éramos los únicos que lamentábamos esa secuencia de hechos violentos que estaban acabando con su vida.

En esas el matador, muy desconsolado por no haber podido matar el toro de una sola estocada, se acercó al animal, con la experiencia de un sicario matón. Se paró frente a él y sin que mediara una razón, en una especie de juicio sumario, le clavó la espadilla una, dos, y tres veces al torito, más exactamente en las cervicales, hasta que por fin, para alegría de los asistentes, cayó al piso, sediento, desangrado, humillado, martirizado. Y como tampoco murió un mozo tuvo que ultimarlo con un puñal.

Mi hijo se tapó los ojitos. Enseguida vino el veredicto del jurado o de la Presidencia como le llaman. La gente estaba dividida. Algunos lanzaban silbidos castigando la ineficacia del torero por no poder matar al animal en el primer intento y otros agitaban pañuelos blancos, tratando de premiar la faena que, a juicio de muchos, fue magistral. Al final el jurado decidió otorgarle como premio una oreja. Oigan bien: una oreja del toro asesinado. Entonces se acercaron al animalilto y, como paramilitar en olimpiadas, le quitaron una oreja con un cuchillo de cocina.

Con la oreja en la mano, para completar la salvajada, el torero dio la vuelta al ruedo en medio de aplausos, música, vivas y pañuelos blancos. Me dicen que, de haber cortado las dos, su cuadrilla lo hubiese sacado en hombros y que, incluso, la presidencia le hubiera permitido cortar el rabo al animal.

Al momento apareció un carruaje, parecido a los de la Roma antigua, su conductor amarró al toro y se lo llevó a rastras hacia el callejón. La huella del cuerpo sangrante sobre la arena fue todo lo que quedó de “Bonito”.

Cuando anunciaron el segundo de la tarde, porque los condenados eran seis, me levanté de las gradas. Entonces abracé a mi hijo y le pedí perdón en nombre de la raza humana, por algunas cosas inexplicables que suelen pasar, como las corridas. El me pidió que jamás lo volviera a traer a una plaza de toros como no fuera para ver algún artista en concierto y nos fuimos. Muy aburridos y tristes. Yo pensando en cómo empezar a escribir esta crónica y él pensando en Bonito. Me preguntó si lo iban a vender en los supermercados al día siguiente y no supe qué responderle. Entonces me dijo que jamás volvería a comer carne. Hasta ahora ha cumplido aunque le expliqué que la carne para el consumo humano se consigue sin humillar al animal, sin aplaudir cuando muere, sin martirizarlo.

Antes de que los puritanos del tema me acaben por el uso inapropiado de varios términos, que a lo mejor no son los tradicionales en la fiesta brava, dejo claro que no soy, ni seré ni quiero ser un erudito en el tema. No me interesa aprender a hablar de algo que estoy detestando tanto. Para pasar de intelectual, como lo hacen muchos, sólo me hubiera bastado con abrir Wilkipedia en este link http://es.wikipedia.org/wiki/Corrida_de_toros y citar un par de expertos y algunas frases de toreros famosos. Pero no. Sólo quiero llamar la atención, en el lenguaje parroquiano de un activista promedio, sobre algo que muchos en las redes están reclamando y es sobre el maltrato animal.

En la pasada feria de Cali fueron asesinados 58 toros, en la de Manizales serán sacrificados desde hoy, con humillación y todo, otros 60. En las ferias de Medellín y Cartagena morirán otros 80. Contando las Ferias pequeñas de toda Colombia solamente, porque como saben este arte extraño de celebrar la muerte de un animal con pañuelos blancos es popular en España y varios países de Latinoamérica, estamos hablando de la masacre de por lo menos 800 toros al año.

Calculo sin estadísticas a la mano que se sacrificarán unos 20 mil toritos en todo el mundo, obviamente en países subdesarrollados, aunque en Francia, Panamá y Portugal se continúa toreando pero sin matar al toro. 20 mil animales que crecen en condiciones infrahumanas de encierro y limitaciones sin ninguna esperanza de vida.

En defensa de los amantes de las corridas debo decir que ancestralmente tienen su razón de ser. Que apoyar la fiesta brava no los convierte en bárbaros ni mucho menos en cómplices de maltrato animal. Simplemente heredaron una extraña forma de diversión que tuvo razón de ser a mediados del siglo XVIII e incluso hasta las postrimerías del siglo pasado cuando la raza humana no había evolucionado, con cicatrices, hacia la filosofía de la no violencia. Pero ahora, en pleno siglo XXI, en pleno tercer milenio, con generaciones de niños tan inteligentes y sensibles y organizaciones defensoras de la vida animal ya no tiene razón de ser.

Hubo un síntoma que presagia un buen futuro para el fin de las corridas de toros. Las plazas ya no se llenan. O bien porque los narcos, asiduos clientes de las corridas andan en desbandada o escondidos, o porque, ojalá sea por esto, la gente ya está sintiendo vergüenza de asistir a presenciar esas ejecuciones públicas de animales que cada vez encuentran más rechazo.

A diferencia de Santiago Nasar, a quien los hermanos Vicario mataron por haberle quitado la virginidad a su hermana Ángela, “Bonito” murió sin saber por qué, sin haber cometido pecado alguno y mucho menos sin haber disfrutado de una hembra porque para mantener su ímpetu jamás fue presentado con una vaca. Esta barbarie que no puede tildarse ni de arte ni de cultura debe desaparecer de nuestro país.


Aunque la Corte Constitucional está a punto de fallar una demanda en contra de la decisión del Alcalde Petro de prohibir las corridas de toros, en Bogotá ya se abolió esta abominable masacre de animales hace dos años. 120 toros se salvaron de morir en este lapso. Se sumó Quito en Ecuador. Se sumó Durango en México. Se sumó la emblemática ciudad española de Cataluña. Ya son 90 las ciudades del mundo que han prohibido esta barbarie. Ojalá esa epidemia de cordura se expanda pronto hacia los lugares del mundo que se niegan a evolucionar hacia una mirada sublime y sagrada de la vida. La tortura no puede estar por encima de la cultura. El arte no puede estar relacionado con ninguna muerte. La tradición no puede estar por encima de la razón. La humillación y hasta el respeto por el cadáver deben ser parte de los nuevos hombres que poblamos la tierra. Sí a los Toros pero vivos y altivos como el toro de Osborne:

Comentarios

  1. Este tipo de narraciones son bastante tristes. No tanto por la tortura a la que es sometido el animal, sino porque deja entrever la crueldad humana. En este punto, es preciso preguntarse quién es mas vil? Si aquel que se gana la vida maltratando a otros seres vivos o quien se sienta a disfrutar del 'espectáculo'. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Lamento que su hijo haya tenido que presenciar tan cruel espectáculo. Recuerdo que mis papás me llevaron a una corrida de toros cuando yo tenía 10 años y es algo que desearía nunca haber visto. Sin embargo, esa experiencia me sirvió para, más adelante, formarme una posición crítica con respecto al tema. Actualmente me declaro totalmente en contra de la tauromaquia. Lo positivo en el caso de su hijo es que usted también tiene una posición crítica y condena tal salvajismo, de ninguna forma alienta ese espectáculo ni dice que no tiene nada de malo, como me decían mis padres a mí. Su hijo ya se formó en esa posición crítica, alentada por usted, y ya hace parte de la juventud inteligente que condena esa práctica.

    ResponderEliminar
  3. Mañana unas vidas se apagan definitivamente, llega un momento en que el desespero por salir invade su alma no saben porque razón están ahí ¿O tal vez si?. Cada asiento se enfría al colocarse de pie y aplaudir el público "culto" que cada año espera con ansias esta fecha para satisfacer su tan aclamada "arte" por mi parte prefiero mi arte sobre todos los que están en las gradas. Sale de repente una persona con traje de luces que se siente con la autoridad de dar fin a una vida que está en un circulo vicioso de arena cubierta de nobles seres vivos caídos en un combate que en la mayoría de veces llevan las de perder. Con el tesón que los caracteriza empieza una nueva oleada de humillación de aquí para allá y de allá para acá y al fondo con un grito que no se entiende muy bien pero es como un rebuzno que al final de cuentas no es más que vergonzoso y lamentable los que mueven de un lado para el otro la cabeza y brindan como si fuera el mejor espectáculo del mundo. Y se acerca el triste final del primero que lastimosamente pueden llegar hacer seis en un día, el traje de luces parece que cobrara vida y hace que la persona que lo lleva puesta se sienta con más valor y gallardía pero sabemos que es una total cobardía y el capote se mueve para tener frente a frente a su victima pero lo que no sabe esa victima es que detrás de ese capote hay un trampa que brilla como plata pero aniquila sin compasión, empiezan a caer gotas de muerte sobre el circulo del irrespeto y al fondo se escucha de nuevo la intolerancia cada vez más fuerte y de repente el guerrero cae el que batalló sin cansancio el que lucho y dejo su saliva en la arena ya no es más parte de este mundo, con la lengua afuera con su destino ya escrito lo sacan del circulo de los "ganadores" como el que perdió y jamas regresará. Santa María hasta donde hemos llegado.

    ResponderEliminar
  4. Ni siquiera no matar al toro porque de todasw maneras lo torturan. Y, dizque, personas intelectuales como Caballero y Otras, apoyen al toreo no es excusa para considerarlo arte o culturqa permitida. Acordémonos que el sacrificio humano era considerado cultural y divino por los aztecas y no por eso debe el estado mexicano legalizar el sacrificio humano. Se trata de evolucionar y no involucionar culturalmente.

    ResponderEliminar
  5. Sí a los toros pero vivos y altivos, qué buena crónica Gustavo, no soy de sus fanáticos pero me llegó mucho.

    ResponderEliminar
  6. Lo más triste es que personas como Antonio Caballero, Alfredo Molano y Germán Castro Caycedo, que se han manifestado a favor de una Salída Pacífica a la Violencia en Colombia, apoyen estas atrocidades, so pretexto de una supuesta Herencia Hispánica....

    ResponderEliminar
  7. Recuerdo sin siquiera haber asistido a una de esas corridas, ya sentía pena ajena, que un hombre vestido de payaso se creyera Torero y peor aún que no se creyera asesino después de matar a un animal inocente e ingenuo de la estupidez del hombre.

    ResponderEliminar
  8. Es una manera que fanáticos de ésta actividad se toquen de alguna manera, tradición que debe morir. Los animales no hablan pero sienten, su instinto agresivo es su naturaleza pero no se debe aprovechar para que otras personas gozen del dolor que sufren al clavar en ellos lanzas, espadas o lo que sea por derramar sangre y verlos morir lentamente. Luchemos por la prohibición de las corridas.

    ResponderEliminar
  9. Papanatas. en España no eres bienvenido

    ResponderEliminar
  10. es una crueldad acesinar a un animalito que lo llevan disque para divertir a un publico, valiente diversion la de estos desgraciados descorazonados, sera que a ellos no les duele cuando se pinchan con una simple aguja? y del torerito ni hablar sanguinario, sicario y me imagino que criticara alos paramilitares y alos de la guerrila pero es cortado con la misma tijera.No nos olvidemos que los animales tambien sienten dolor, solo que no lo dicen pero lo expresan con su mirada. amemos a los animales protejamolos de manos de los acesinos.

    ResponderEliminar
  11. es de público conocimiento que quienes asisten a ese pobre espectáculo son gente de estrato 6 hacia arriba y algunos pseudointelectuales quines creen que eso es arte y belleza, con ello demuestran que son unos cavernícolas, zafios, patanes y asesinos

    ResponderEliminar
  12. Muy bueno seria que Alberto Casas de la W, leyera esto, el que se las da de sabedor de toros que piensa que es un ARTE el matar un animal para el consumo humano, es lo mismo que torturarlo en una plaza de toros donde van CDT ( CARNES DE TRAQUETO ) donde ni siquiera saben de abolengos del animal, solo que deben ir a darselas de sabiondos pecuecos , que tiran pinta , se colocan el baul encima para que se vean In, y les gusta decir que estan en las corridas, este narco toros es lo que dice quien escribe una terrible salvajada, demostrando que hemos llegado a tanta civilizacion que peligrosamente retrocedemos a la epoca de las cavernas, veamos si asi el fantoche y fanfarron de Casas algun dia entiende y ve mas alla de sus narices

    ResponderEliminar
  13. ME DA VERGUENZA QUE TODAVIA LAS LEYES DE ALGUNOS PAISES COMO COLOMBIA Y MEXICO PERMITAN ESTE TIPO DE TORTURA Y ATROPELLO CONTRA EL DERECHO A LA VIDA DIGNA DE UN ANIMAL LA IGNORANCIA Y LA BRUTALIDAD DEL SER HUMANO ES TAL QUE YA NO SE TIENE CONCIENCIA NI RESPETO POR NADA ESTOY TOTALMENTE EN CONTRA DISQUE DE ESTE DEPORTE COMO LO LLAMAN Y DE CUALQUIER OTRO QUE INVOLUCRE ANIMALES QUE EL UNICO PECADO QUE HICIERON FUE NACER CON NOSOTROS LOS SERES HUMANOS EL SIDA MAS GRANDE DE ESTE MUNDO TOMEMOS CONCIENCIA Y NO APOYEMOS DE NINGUNA MANERA ESTE TIPO DE ACTOS ABAJO LA VIOLENCIA CONTRA LOS ANIMALES DE CUALQUIER TIPO...Y RESPETEMOSLOS CON COMO SERES CREADOS POR DIOS.

    ResponderEliminar
  14. Le llaman tradición, espectáculo, arte y cultura a esta despreciable practica la cual no es mas que una vil canallada de parte de aquellos que dicen ser seres humanos, seres pensantes. razonables y con sentimientos;Que buena crónica.

    ResponderEliminar
  15. Aparte de ser un relato inverosímil porque el Señor Bolívar nunca estuvo en una plaza, lo que se desprende de los crasos errores en la descripción del ritual, Ignora el orden de la corrida, los tercios, los momentos para la música, confunde al picador con un rejoneador, en fin hace de un coctel de frutas un vómito, ignora además que el Bos Taurus Ibericus no es ningún manso animal. En la dehesa, creo que junto con el rinoceronte es el único animal que mata no para alimentarse sino por instinto; e ignora que sin corridas ese noble animal está irremisiblemente condenado a desaparecer de la faz de la tierra porque nadie querrá criarlo y en la tierra actual habría qué crear una parque natural exclusivamente para ellos y que su extinción estaría determinada por su pobre producción cárnica que lo convierte en no rentable para lo ganaderos.
    Emprenda entonces una campañña para crear un parque natural para el bos taurus ibericus o toro de lidia y no se le ocurra ir con su hijo sin un vehículo blindado porque ese noble animal mata y mata sin que lo provoquen y mata porque ese es su instinto natural. En la historia de la tauromaquia hay una extensa lista de toreros muertos por cornada, la misma que encabeza Pepe Hillo, continua, Curro Guillen y Manuel Rodríguez El Espartero y se nutre de toreros tan famosos como Joselito El Gallo, Manuel Granero, Gitanillo de Triana, Ignacio Sánchez Mejías, Manolete, Antonio Bienvenisda, Paquirri, José Cubero El Yiyo, Manolo Montoliu, Pepe Cáceres por mencionar a unos pocos y es que el torero no mata como el sicario, a mansalva y sobre seguro. El Torero sale a matar o a morir o, en el mejor de los casos, a salir herido. Le cuento que hace varios años que mi afición por los toros se enfrió npero por causas muy distintas a las que Usted Expone. Me parece un espectáculo anacrónico como la misa.
    Miguel Robledo, Montebello, Antioquia, Colombia

    ResponderEliminar
  16. La esencia de la muerte del toro es que el animal muera al primer intento, de otro modo quien fracasa es el torero, y está probado que la cantidad de adrenalina que el toro segrega durante la lidia impide que sufra. DE todas maneras el animal que sale a La Plaza sale destinado a morir como sus congéneres lo hacen en un matadero, sólo que sin público. Cuántas veces me tocó ver en mataderos ver morir lentamente y bramando de angustia a animales maniatados y derribados jarretazos que les rompían sus tendones aquilianos a quienes se les cercenaba la vena yugular. Era una muerte peor y más cruel. Pero como era oculta e iba para las mesas de quienes hoy se rasgan las vestiduras no era considerada vejatoria. No se han fijado en la crueldad de matar una gallina a la que le parten el pescuezo y muere asfixiada si no es que le arrancan la cabeza. O a la de matar un conejo al que le entierran un punzón en sus vértebras cervicales. Coman lechuga y frutas para que no sufran.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ninguna clase de muerte a un animal inocente es justificable, ni las que se realizan de manera oculta en los mataderos para consumo humano, ni mucho menos las que se realizan en publico para saciar el sadismo de quienes asisten a dichos eventos, usted justifica la tauromaquia en datos científicos y sobre todo en el argumento de que la raza que usan para este adefesio de "arte" mata por instinto, me gustaría que indicara las cifras de muertes al año por culpa de este peligrosisimo animal el cual debe ser sometido a su justa pena de muerte, ahora el hecho de que nadie los pueda criar me parece perfecto por que el hecho de criar un ser que siente solo para sacrificarlo con fines lucrativos solo demuestra el grado de perversión al que desgraciadamente hemos caído como "humanidad", por otro lado cuando menciona los nombres de aquellos "grandes seres" heridos o asesinados por los toros pues déjeme decirle que se lo tienen merecido, es LÓGICO que si un animal es atacado este se defienda y si son tan fuertes como lo quieren mostrar por que no se enfrentan al animal en todas sus capacidades, sin ningún desgaste o herida, ojala todos aquellos fanáticos de esta aberraciones se vean algún día sometidos a este tipo de dolor el cual patrocinan a un animal completamente inocente.

      Eliminar
  17. Excelente articulo, refleja la barbarie y el sadismo del cual se alimentan todos aquellos que asisten y patrocinan el asesinato de un animal, si quiero hacer énfasis a que así como este animal es maltratado públicamente hay MILES que sufren peores torturas en mataderos para consumo humano, felicito a su hijo por tomar una decisión consciente a tan temprana edad, y aclararle que como vegetariano que soy hace mas de 7 años déjeme aclararle que no hay ningún peligro en una dieta que excluya todo tipo de carnes, ya que en mi hogar contamos con una niña de 7 años a la cual nunca se le ha suministrado carnes y su crecimiento es normal, lo importante es informarse bien ya que el monopolio de la carne vende la idea de que es la única fuente de proteínas lo cual es falso, ya usted se encargara de informarse al respecto, antes de despedirme quiero si decirle que defender a los animales pero al mismo tiempo seguir alimentándose de ellos solo es muestra de una doble moral que no lleva a ninguna parte, mil gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

UN EXPRESIDENTE MUY INTELIGENTE

La violencia en TV

CARTA A UN CORRUPTO